lunes, 25 de enero de 2010

Hágase su Voluntad (es justo y NECESARIO)


Desde pequeña he creído que el enamorarse contiene una buena dosis de voluntad propia.

Me explico. Es condición necesaria, por ejemplo, que la otra persona te atraiga físicamente. También en mi caso es necesario que esa persona me haga reír hasta dolerme la barriga; que pueda hablarme durante horas de cosas trascendentales, sí, pero también de estupideces; que tenga algo que admirar pero que no por ello me menosprecie. Otras condiciones, estas de tipo contextual, serían: que sepa jugar a los dardos, lo bastante bien como para que no me aburra pero no lo suficiente como para que siempre me gane; que le guste el botellón y disfrute yendo de un grupo a otro para parlotear de cualquier cosa con cualquiera; que sepa apreciar la belleza de la voz del cantante de Tool pero también que pueda pasar un buen rato bailando un poco de regeaton sin que el miedo al ridículo le paralice; que trate a mis amigos como si fueran los suyos propios; y por supuesto, que sea incapaz de negarse ante una caña bien fresquita.

Como digo, todas éstas son condiciones necesarias, pero no suficientes. La varíable indispensable en esta ecuación sería el deseo propio de vivir el enamoramiento, pues en mi opinión es totalmente controlable el que tiempo dedicado a pensar en alguien, al menos durante el comienzo del proceso que está claro es el momento puramente en el que depende de nosotros. Puedo conocer a un chico y que cumpla todas las condiciones anteriores, o ninguno pero sí otras no menos importantes. Puedo mirarlo mientras me habla y pensar: ¡qué niño tan guapo! y puedo fantasear durante unos minutos sobre cómo besará y si estará dentro de los terminos establecidos por La Teoría del Beso.

Pero es necesario llegara mi casa y PONERME a pensar en él. Regodearme en el precioso lunar que tiene en la barbilla, en su cara de bueno cuando sonríe, en tal o cual frase que me ha dicho. Es necesario darle 100 veces al play a esa canción que tanto me recuerda a él y que grabe un cd para el coche para poder re-escucharla vaya donde vaya. Es imprescindible que me cueste, al menos 8 noches seguidas recordando nuestra última conversación, analizando cada uno de los posibles significados de todas sus palabras, y sobretodo que durante 8 noches me duerma imaginando los miles de momentos mágicos que nos quedan por vivir juntos.

Podemos concluir fácilmente de todo esto, que me suele resultar también bastante fácil des-enamorarme de alguien: basta con dejar de hacer todas esas cosas que son fruto de los actos conscientes. Y así es, aunque reconozco que llegado el momento de olvidar la voluntad suele mostrarse bastante más perezosa que para hacerse adicta, siento orgullo de mi relativa facilidad para dejar de pensar en cualquier persona.

A pesar de esto hay veces en las que decido alargar el olvido un poco más de lo necesario, no porque disfrute nadando en la mierdancolía (que también, pero no tanto), sino porque cuando estoy bien general, feliz sin motivo concreto, no me parece tan horrible no ser correspondida en ese enamoramiento. En estos momentos veo la misma belleza en pensar en él aunque esté claro que me desprecia, aunque la última conversación que pueda recordar fuera hace siglos, aunque estés más cerca de hacerme llorar que de hacerme reír. Es precioso pensar en él, simplemente.

3 comentarios:

  1. Muy bonito Mai. Aunque yo fuera incapaz de pensar eso jamás... sería genial poder sentirlo.

    Ismael Serrano dijo una vez: "Dicen que la mejor terapia para el olvido es el odio, pero el odio, a veces, resulta bastante aburrido".

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  2. No acabarás conmigo.

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  3. Muy bueno.

    Yo pienso que el amor ideal es aquel que te proporciona algo que no puedes conseguir solo, complementandote. Y el verdadero objetivo del amor es poder compartit la alegria y la tristeza, sentirte apoyado en lo bueno y lo malo, porque solo se convierte en un aburrimiento la felicidad y la trsiteza en un pozo sin fondo...

    Un saludo

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