Recuerdo al principio (hace no mucho) lo fácil que era todo, recuerdo que sólo tenía que tumbarme y disfrutar de la secillez de mi felicidad, recuerdo que mi única preocupación era un pánico instantáneo al pensar que todo aquéllo no fuera real. Ahora no puedo dejar de pensar en cuándo será la siguiente, en cómo de inoportuna será, en las nuevas marcas que dejará, en que seguramente me equivoqué al emprender el viaje de vuelta. Cuánto me cuesta tomar decisiones determinantes a pesar de que sean las correctas (sin dudarlo demasiado).
martes, 23 de agosto de 2011
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