miércoles, 15 de agosto de 2012

Malditas lecturas inoportunas

"Pero de repente, a mitad del camino, la certidumbre del abandono se apodera al fin de ella. Cómo he podido ser tan imbécil. Me ha dejado. Teo no quiere vivir conmigo, no quiere tenerme cerca, ni verme, ni tocarme, ni olerme. Me detesta, no soporta mi aliento por las mañanas, ni mi manía de untar las tostadas y dejarlas enfriar. Seguramente odia mi forma de vestir y desteta la torpeza con la que ando o con la que me desenvuelvo en su particular mundo de literaturas y accidentes intelectuales. Certidumbre reduccionista. Por eliminación. Dios ¿siempre va a pasarme esto? ¿Qué problema hay en mí? (...) Soy incapaz de hacer que alguien se enamore de mí. Sí, todos me esperan. Pero ninguno se queda... Puede que alguien se sienta atraído por mí, pero todo se queda en el árbol que arde, algo pasajero, momentáneo, intenso, pero que desaparece". 

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