Se consume lento, despacio. Arde momentáneamente, rojo, por un lado más que por otro. Vuela el papel, encendido, se apaga a los pocos segundos todavía en el aire, se apoya en la mesa, ennegrece. Le soplo, sólo un poquito, se desvanece como si nunca hubiera existido. Ningún resto
domingo, 30 de mayo de 2010
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