
Don Ciriaco Castro, el personaje más importante de la ciudadanía de Martos. Lo observo detenidamente bastante más que escucharlo. El típico abuelete campechano, plantado ahí delante en el centro del anfiteatro, con indumentaria similiar a la de mi padre: pantalones demasido pequeños para su barriga y el jersey más grande que puede abarcar tal diámetro. Ojos en un guiño constante por su incansable sonrisa sonora y la cara atípicamente colorada, contándonos una tras otra anécdota, como dice él, o "payamartadas", como yo las he bautizado. No paro de preguntarme porqué sigo viniendo a esta clase, a las 15.30 de la tarde con la comida todavía en la garganta y las manos aún húmedas de limpiar la cocina, pero soy totalmente incapaz de enfadarme con este hombre.
No creo que tenga ni idea de teorías psicológicas, ni de técnicas de intervención, ni de bases biológicas de la conducta, ni de nada de eso que nos enseñan en la carrera. Pero eso sí, estoy totalmente convencida que este hombrecillo tan gracioso es el mejor en su puesto de trabajo, no de "psicólogo comunitario" como se conoce oficialmente, si no como Psicólogo del Pueblo de Martos, puesto creado en el ayuntamiento de dicha población exclusivamente para él y concretado perfectamente a su medida.
No creo que tenga ni idea de teorías psicológicas, ni de técnicas de intervención, ni de bases biológicas de la conducta, ni de nada de eso que nos enseñan en la carrera. Pero eso sí, estoy totalmente convencida que este hombrecillo tan gracioso es el mejor en su puesto de trabajo, no de "psicólogo comunitario" como se conoce oficialmente, si no como Psicólogo del Pueblo de Martos, puesto creado en el ayuntamiento de dicha población exclusivamente para él y concretado perfectamente a su medida.
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